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LA OPINIÓN PUBLICADA

Ríndete de una vez, Pedro Sánchez

Publicado: 07/06/2025 ·07:56
Actualizado: 07/06/2025 · 07:57
  • El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
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No es que el Partido Popular se haya caracterizado históricamente por llevar con deportividad su paso a la oposición. Ni en 2004 ni en 2018 acabaron de aceptar su situación. En 2004 perdieron el Gobierno de improviso, tras unos atentados terroristas que segaron casi 200 vidas en Madrid, a tres días de las elecciones. Por ese motivo, la oposición del PP a José Luis Rodríguez Zapatero fue desde el principio muy dura, sin cuartel. Y no dejó de serlo hasta que, siete años y medio después, Mariano Rajoy llegó al poder.

Lo mismo cabe decir de lo que está sucediendo ahora: desde que Pedro Sánchez llegó a la jefatura del Gobierno en junio de 2018, hace ahora siete años, el PP no ha dado cuartel. Ni con Pablo Casado ni con Alberto Núñez Feijóo. Es el papel de la oposición, pero el problema es que, cuando la cosa se les hace muy larga (y esto sucede muy pronto), tienden rápidamente a excederse en las formas y también en el fondo, donde subyace a menudo la idea de que el Gobierno sólo es legítimo si lo ostenta el PP.

Tanto en 2004 como en 2018, la llegada al poder de los socialistas fue inesperada. En 2004, las encuestas presentaban un escenario continuista (pero con una caída significativa del PP respecto de la mayoría absoluta de 2000). Los atentados potenciaron la movilización de la izquierda y el voto de castigo a Aznar, y provocaron el vuelco electoral. En 2018, Pedro Sánchez llegó merced a una moción de censura, por primera vez en el actual régimen democrático, que ni siquiera podía atisbarse apenas una semana antes de la misma. El PP, cogido por sorpresa, en ambas ocasiones utilizó las especiales circunstancias de su pérdida del poder para poner en duda la legitimidad del relevo... olvidando convenientemente que dicho relevo se había producido como consecuencia de sus acciones o inacción, pues en 2004 la indignación ciudadana eclosionó por la lamentable gestión comunicativa de los atentados, en la que se intentaba privilegiar la hipótesis de la autoría de ETA; y en 2018 fue la sentencia del caso Gürtel el detonante de la moción.

  • Pedro Sánchez y Mariano Rajoy en un cara a cara (imagen de archivo). -

La oposición del PP, en ambos mandatos socialistas, fue implacable, pero sin duda con Pedro Sánchez se ha acrecentado. Por varios motivos. El primero es que el talante de Sánchez es muy distinto al de Zapatero, que hizo de su talante conciliador su imagen de marca (aunque funcionaba como pretexto para evidenciar la radicalización del PP, por contraste). En cambio, Sánchez muestra siempre con claridad que disfruta peleándose en el barro y que lo busca no menos que sus antagonistas. En segundo lugar, cuando el PP perdió el poder en 2004 lo hizo con un resultado que hoy sería excelente: 148 diputados. En 2004 el PP no tenía ninguna competencia en su derecha, pero desde 2015 tuvo que vérselas con Ciudadanos, después con Ciudadanos y Vox y ahora con Vox. 

Esa competencia ha obligado al PP a bascular entre el discurso pretendidamente centrado de partido que puede gobernar y que le disputa votos al PSOE a la querencia más ultramontana por la disputa con Vox. Y como su competencia está en la extrema derecha, eso derechiza más al PP, en las formas y en el fondo. Para felicidad de Sánchez, que hace de la amenaza de la ultraderecha su principal, y a veces parece que único, argumento electoral. Con un buen motivo: funciona.

  • Pedro Sánchez y Pablo Casado en debate (imagen de archivo). -

Por último, y dejando de lado la evidencia de que el escenario público está más fragmentado que nunca y que captar la atención de la gente obliga a hacer más contorsiones (físicas y verbales) que nunca, es evidente que la posición parlamentaria de Pedro Sánchez es mucho más endeble que la que nunca tuvo Zapatero, que gobernó dos legislaturas apoyándose en pactos concretos con socios a su izquierda (sobre todo IU y ERC), pues le bastaba con ellos, dados los 164 y 169 escaños que obtuvo en 2004 y 2008, respectivamente. Sánchez llegó con una moción de censura, después de las elecciones de 2019 gobernó merced a un pacto con Unidas Podemos con una ajustada mayoría parlamentaria, y en 2023 fue el PP quien obtuvo una victoria pírrica, pues no logró forjar una mayoría de investidura. Sánchez sí, pero por los pelos y muy inestable. 

Así que, desde entonces, llevamos dos años de acoso del PP al Gobierno y a Pedro Sánchez, a ver si hay suerte y el hombre se cansa y se va, o quienes se van son los socios parlamentarios y no le queda otro remedio que convocar elecciones (que ganaría, según todas las encuestas, la suma parlamentaria de PP y Vox; aunque también decían eso en 2023, y ya se vio lo que pasó). Un acoso con escándalos a veces más graves que otros, pero cuya cotidianidad ha tenido un efecto analgésico para la sociedad española, y sobre todo para los que votan a Sánchez. Como todos los días hay un escándalo terrible que debería hacer caer al Gobierno, pero algunos de esos escándalos son más verosímiles que otros, y como, por otra parte, Sánchez no parece inmutarse por tanto escándalo, es poco probable que pierda muchos votos en este tipo de campañas. Sobre todo porque, recuerden: los que votan a Sánchez no lo hacen, en su inmensa mayoría, porque les encante su liderazgo y capacidad gestora, sino para que no manden los otros, el PP apoyado en Vox. Así que sus tragaderas para los escándalos, escandalillos y escandalazos (que alguno hay también) del Gobierno de Pedro Sánchez son considerables. 

  • Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo en el Congreso. -

Es pronto para decirlo (sobre todo porque la ristra de escándalos y sorprendentes revelaciones no tiene fin), pero no parece que la "Fontanera del PSOE", Leire Díaz, vaya a marcar un antes y un después en esta pauta. Mi apuesta es: dos años más de escándalos inenarrables y en julio de 2027, no antes, elecciones. Salvo que a Pedro Sánchez le convenga adelantar, claro.

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